
Instituto Nacional de Ciencias Físico - Naturales (INCFN)
En 1910 la JAE creó dos grandes centros, de estudios históricos y físico-naturales con el fin de proporcionar un espacio adecuado para la actividad científica. El INCFN se estableció por Real Decreto de 27 de mayo de 1910. Su presidente fue Santiago Ramón y Cajal, su secretario Blas Cabrera y su sede el Palacio de la Industria y Bellas Artes de Madrid. Agrupó bajo una sola dirección a los laboratorios, museos y demás instituciones dedicadas a la investigación con el propósito de facilitar su gestión y colaboración y creó otras de acuerdo con las necesidades y recursos. Se incorporaron al INCFN el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, dirigido por Ramón y Cajal, los museos Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) de Ignacio Bolívar, y Antropológico de Manuel Antón, el Jardín Botánico de Federico Gredilla, las estaciones marinas de Santander y Baleares, fundadas por Augusto González de Linares y Odón de Buen, y el laboratorio de automática de Leonardo Torres Quevedo, aunque éste siguió dependiendo el Ministerio de Fomento y las dos anteriores pasaron en 1914 al Instituto Oceanográfico Español (IEO). Junto a ellos se crearon, el Laboratorio de Física de Cabrera, la Asociación de Laboratorios, en la que se fueron integrando varios de éstos entre 1910 y 1921, y la Estación Alpina del Guadarrama. En 1912 se organizó una Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, a cargo de Eduardo Hernández Pacheco y en 1912 la Estación de Biología Marina de Málaga, dependiente de la balear, que igualmente pasó al IEO en 1914. Esos y otros centros biológicos estuvieron adscritos al MNCN. En 1915 se estableció el Laboratorio y Seminario Matemático de Julio Rey Pastor, en 1921 la Misión Biológica de Galicia y en 1932 la Estación de Biología Marina de Marín.
A partir de la década de 1920, debido a su crecimiento y resultados de investigación, el INCFN se fue seccionando. En honor a Ramón y Cajal, el año de su jubilación se creó un instituto que llevó su nombre para ofrecer más espacio y financiación a los estudios biomédicos, y por la misma razón y con apoyo de la Fundación Rockefeller, se transformó el laboratorio de Cabrera en Instituto Nacional de Física y Química. Ambos inauguraron sus nuevos edificios en 1932. Tras la Guerra Civil, sus institutos se integraron en el CSIC.